Gracias al afán de Bernardo Reyes, sobrino nieto del poeta, investigador minucioso y cronista tenaz de su etapa temucana, se publica este álbum, compuesto de fotografías y documentación de aquella época. Esta es quizás la ocasión para decir algo sobre la significación de los álbumes. En aquellos tiempos tal vez había más costumbre que ahora de ir con-servando y agrupando fotos. Lo hizo la Muchacha de Temuco, que inspiró a su admirador descubrimientos y encantamientos. Lamentó más tarde que esa serie de misivas apasionadas y hermosas enviada por el joven enamorado se extraviara en manos extrañas, con destinos hasta hoy desconocidos. Se distinguen en este álbum un período temucano y otro posterior. Aporta iconografía y papeles que van ampliando el escenario, abarcando luego al país, un Lejano Oriente enigmático, en gran parte impenetrable; una España entrañable, solidaria, ensangrentada; una América suya que quiere recuperar en sus profundidades y un mundo que él descubre y lo descubre. Por estas fotos desfilan, desde luego, amigos de la copiosa bohemia de los años 20. Ellas van mostrando que la cara afilada del adolescente va dando paso al rostro del epicúreo. Amó la vida con todas sus seducciones, sin dejar de cumplir con sus responsabilidades ante una humanidad que siempre él quiso más afortunada y justa, invitando a Juan Pies Descalzos, a Juan Cortapiedras, a un: «sube a nacer conmigo hermano; hablad por mis palabras y mi sangre».Fue un gran sueño del hombre, «común de rostro, amable de mujeres», que en distintos momentos de su existencia camina por este volumen, con el paso lento de un tiempo lejano.Volodia Teitelboim
